Anoche me acosté relativamente pronto. Hacía un calor insoportable si me destapaba estaba incómoda, si me cubría tenía calor. Empecé a dar vueltas como casi todas la noches, hasta encontrar la posición correcta, cuando en realidad ya sé cual es la posición que necesito para conciliar el sueño, pero me da igual saberlo, necesito dar mil vueltas en la cama, sé que al final quedaré boca bajo con una de las piernas flexionada formando un ángulo y la cabeza ladeada, pero si me pongo así desde el principio me falta algo. No sé que hora sería, cuando caí en los brazos de Morfeo, pero seguramente muy tarde, hubiera mirado la hora pero estoy segura que si empiezo a palpar la mesilla en busca del reloj lo mas seguro es que hubiera ido a parar al suelo, como me ha ocurrido algunas veces; la tapa del despertador por un lado, las pilas por otro, en fin…un desastre, menos mal que es un “Casio” si no ya estaría roto, recuerdo que cuando lo compre me pidieron un dineral, unos diez euros me costo, me pareció muy caro para el servicio que me iba a dar, no es agradable que un aparato te despierte por las mañanas, aunque a decir verdad prefiero que me despabile una alarma que el taconeo de una vecina, al menos es a la hora que tenía prevista levantarme.
Empecé a oír pasos provenían del piso superior al mío, esta vez si miré el reloj, eran las seis de la mañana.Mi vecina con sus tacones de quince centímetros parecía estar haciendo un paseíllo… recorriendo la habitación ─jolin que ya sé que tienes zapatos nuevos, deja de pasear, pensé.─ Mi marido también se despertó con el taconeo, se levantó, para arreglarse e irse a trabajar, mientras la vecina seguía y seguía deambulando por la habitación. Histérica perdida le vocee a mi marido ─Cariiiiiiiiiiiiiii ¿me puedes traer un tazón de leche?─ la vecina al oír mi bramido, se dio por aludida y dejó de molestar. Entretanto desayunaba en la cama recordé que cierta vez leí que nadie alcanzaba a chuparse el codo, no se porqué me vino esa idea a la mente, el caso es que terminé de beber la leche dejé la taza vacía sobre el posavasos, me cogí el antebrazo derecho con la mano izquierda e intenté alcanzar el codo con la boca, ladeé la cabeza, el cuello, saqué la lengua al máximo a ver si lograba llegar al codo, pero nada no hubo forma, me di por vencida y me volví a recostar, empecé a relajar mentalmente cada parte de mi cuerpo intentando al finalizar dejar la mente en blanco. Pero de pronto, oí la ducha del piso de arriba, está vez era el hijo, de normal no suele importunarme ese ruido, suelo confundir el chapoteo de la ducha con la lluvia y me gusta, pero está vez no lo confundí, estaba demasiado despejada para confundirlo, tan solo quería y necesita silencio. ─ jo, quería morirme ─ Busqué en los cajones de la mesilla los tapones de los oídos y solo encontré uno, empecé a sacar la ropa interior, rebusqué y rebusqué el tapón, pero no apareció, decidí cubrirme la cabeza con la almohada, para no escuchar nada. Al final enfurecida me levanté de la cama y me dí por vencida.
Gracias a Dios no es siempre así. Menuda noche de perros.